Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DEL PERÚ



Comentario

Capítulo XXX


Del llanto que hizo Huayna Capac por su padre y madre, y visita de muchas provincias personalmente

Acabado que concluyó Huayna Capac con lo perteneciente a su casamiento y fiestas, trató luego, queriéndose mostrar piadoso con su padre y madre, que ya eran muertos, de hacer por ellos llanto y honras por toda la tierra. Y para la solemnización dello mandó pregonarlo en todas las provincias que hay desde Quito hasta Chile, universalmente, y todos los gastos que en el llanto se hicieron fueron a costa de la hacienda que había dejado su padre Tupa Ynga Yupanqui y su madre Mama Ocllo, porque habían sido muy ricos como está dicho, y así se expendió y consumió infinita cantidad de oro, plata, ganados, comida, bebida, vestidos de cumbi, avasca y algodón; porque a los señores y principales que habían llorado a los muertos, se les dieron muchos vasos de oro y plata, ollas y cántaros, y a la demás gente común abundantísimamente de comer, y a los pobres vistieron conforme su necesidad suficientemente. Pidió licencia Huayna Capac al Sol para ir a llorar a sus padres hasta Caja Marca, y así salió del Cuzco con infinito acompañamiento, y fue por todos los lugares donde había andado su padre, haciéndole honras y obsequias a su usanza, con grandes demostraciones de tristeza y pesar.

Hacían en el año, por los difuntos, tres suertes de honras, a la primera llamaban tioya, que eran cinco días después de muerto, y otro llanto hacían a los seis meses del año, éste era en el Cuzco. El último, llamaban culluhuacani, que era al fin del año. Este se hacía universalmente en toda la tierra y entonces desechaban el luto y toda muestra de pena y dolor, y se lavaban las caras del jabón negro con que las traían tiznadas, y para hacer este último llanto fue Huayna Capac hasta Caja Marca, como está dicho.

Dejó en esta ocasión por gobernador en el Cuzco a un hermano suyo, bastardo, llamado Sinchiroca, el cual era hombre de gran ingenio e industria en edificios y arquitectura; a éste mandó que hiciese su casa en Cassana porque antes era en Uchullo y que fuesen hechas con grandísima majestad y gasto, que lo que al presente es la Iglesia Mayor en el Cuzco, era un buhío muy grande, que servía cuando estaban en la plaza y venía algún aguacero grande para recogerse dentro de él a beber, y también era como despensa donde los Collas, que era la gente a quien tocaba y pertenecía esto por mandado del Ynga, daban ración de carne a los que él ordenaba.

Este Sinchiroca hizo todos los edificios famosos que hay en Yucay, todo para Huayna Capac, en que se ocuparon mucha multitud de indios. En este tiempo Huayna Capac llegó a los chachapoyas y conquistó alguna parte dellos, aunque no todos, y volviéndose al Cuzco, donde entró con triunfo, como los demás antecesores suyos, y de allí a algún tiempo fue a las provincias del Collao a visitarlas y ver si se quebrantaba el orden que en ellas había dejado su padre Tupa Ynga Yupanqui. Y, porque tenía intención de hacer la jornada tan famosa, que después hizo hacia Quito, de los caranguis y otras provincias, mandó que con mucha diligencia y cuidado se fuese poco a poco haciendo gente de guerra y apercibiesen de los más esforzados, recios y animosos de aquella provincia, y pasó adelante hacia los charcas y entonces quiso entrar a conquistar los mojos y chiriguanaes, pero viendo que la gente de los chiriguanaes era pobre y desnuda, sin habitación y casa cierta, y lo poco que aventuraba ganar sujetándolos, no hizo caso dellos, sino vínose a Cochabamba y allí conociendo la fertilidad y abundancia de la tierra, bastante para sustentar infinitos millares de indios y siendo los naturales della pocos en número, hizo y mando que viniesen gran muchedumbre de mitimas de otras partes, los cuales se poblaron allí y hizo a Cochabamba cabeza de provincia, de cuyo nombre cómo le fue impuesto se dirá cuando se trate de su fundación.

Hecho esto se fue Huayna Capac a Pocona a poner en orden la frontera que allí había, y reedificar la fortaleza que Tupa Ynga su padre había allí fundado, para tener en freno a sus enemigos, lo cual hizo y ordenó con mucho concierto, por causa de los chiriguanaes, que como salteadores hacían mucho daño en aquellas tierras y en las chacaras y sementeras. Concluido con esto se vino visitando todas las provincias de arriba y llegó a Tia-huanaco, cuyos edificios soberbios y espantosos ponen admiración a todos los que de España pasan a este reino y los ven. Y estando allí Huayna Capac mandó con grandísima solemnidad pregonar la guerra, que pensaba hacer en las provincias de Quito, y que de todas las provincias se fuesen apercibiendo los soldados y gente que estaba señalada para servir al Ynga en sus conquistas, que era sin número, y luego en todas partes se comenzaron a aparejar los soldados de armas, conforme a su usanza, vestidos de toda suerte: ojotas, chuspas y las más cosas necesarias para su camino, de comida y carneros, unos con grandísima alegría, pensado volver ricos y prósperos de la jornada, como habían vuelto de otras que habían hecho con Tupa Ynga Yupanqui, y otros de mala voluntad y con pena y tristeza por ir a tierras tan lejanas, ásperas e incógnitas, y a pelear con gentes que tenían fama de valentísimas y donde no sabían lo que les sucediera. Pero todos se aparejaban unos y otros, porque el mando y orden de Huayna Capac nadie le osaba quebrantar de ninguna manera.

Visitó el templo de La Laguna de Titicaca, donde hizo infinitos sacrificios a los ídolos de todos géneros que allí había por el felice suceso de la jornada que esperaba hacer, y dejó encomendado a los sacerdotes que rogasen al Hacedor por él continuamente. Concluido con esto dio orden como viniesen los uros en las lagunas, dándoles términos y señalándoles límites, por evitar las diferencias y disensiones que entre ellos ordinariamente había sobre las pescas, mandando que ninguno se entremetiese a pescar en el término del otro. Y acabado [esto] volvió al Cuzco, dejando toda la tierra de arriba puesta en gran concierto y orden, y gobernadores que la guardasen en su ausencia y soldados de guarnición en las fronteras, para defenderla de sus enemigos, si repentinamente las acometiesen, porque pensaba que la jornada adonde iba sería muy dificultosa y así habría de gastar muchos años en ella, como fue en efecto.